Daniel es un devoto católico que cumple una condena por asesinato en segundo grado, pero sus antecedentes penales le impiden perseguir su sueño de ser sacerdote al salir de la cárcel. Le asignan un trabajo en un aserradero de un pueblo, y mientras visita la iglesia católica local, se hace pasar por sacerdote. El vicario de esa iglesia conoce a Daniel creyendo totalmente su mentira, y le deja a cargo de la iglesia mientras él está fuera por un tratamiento médico. Daniel comienza a desempeñar todas las funciones de un sacerdote y disfruta con ello.

Los feligreses disfrutan de sus métodos poco ortodoxos, incluso de su inesperada afirmación desde el púlpito de ser un asesino, pero tienen sentimientos encontrados cuando empieza a preguntar por un reciente accidente de coche que dejó a la comunidad unida en la ira contra la persona que creen responsable, un hombre adulto que conducía solo y que murió en el accidente en el que también murieron seis adolescentes en el otro coche. Empieza a descubrir que la responsabilidad del accidente no está clara, pero el alcalde insiste en que el asunto está zanjado. El punto de discordia es si el conductor debe ser enterrado en el cementerio del pueblo con las demás víctimas. Daniel descubre que, meses después del accidente, sus restos incinerados esperan ser enterrados y que muchos de los habitantes del pueblo han enviado cartas odiosas y amenazantes a su viuda. Daniel y su nueva amiga Marta se enfrentan a los aldeanos con estas cartas y Daniel decide llevar a cabo un servicio de entierro para el conductor solitario. La madre de Marta la echa de casa por haber sacado las cartas, y ella pide quedarse en la rectoría temporal con Daniel; mientras están allí, hacen el amor.

Durante el servicio de entierro, muchos de los habitantes del pueblo dejan de lado su odio y presentan sus respetos. Antes de la misa prevista para después del entierro, llega el sacerdote del centro de detención de jóvenes de Daniel, que ha sido informado de que el nuevo sacerdote del pueblo es un impostor. Le dice a Daniel que haga las maletas inmediatamente, pero éste se escapa por una ventana y se dirige a la iglesia para celebrar su "misa de despedida". Antes de empezar, se quita la camisa para mostrar sus tatuajes y sale de la iglesia. Daniel es enviado de nuevo a la cárcel, donde el hermano del hombre que asesinó es ahora un compañero de prisión. Se enzarzan en una brutal pelea, Daniel se impone y los demás presos le permiten salir en libertad.