La noche del 12 de octubre de 2016, los detectives de la PJ de Grenoble celebraron la jubilación de su jefe. Fue Yohan Vivès quien ocupó su puesto. Esa misma noche, en Saint-Jean-de-Maurienne, Clara Royer, de 21 años, salió de la casa en la que asistía a una fiesta con amigos, para dirigirse a su domicilio. De camino, envía un vídeo a Stéphanie, su mejor amiga. Justo después, se encuentra con un hombre que la rocía con gasolina y le prende fuego.

La PJ de Grenoble, y no la gendarmería de Saint-Jean-de-Maurienne, es la encargada de la investigación. Tras identificar a la víctima y avisar a sus familiares, hacen una lista de los hombres con los que se veía, con la ayuda de Stéphanie, y empiezan a interrogarlos. Yohan y su colega Marceau están especialmente conmocionados por la terrible muerte de Clara Royer y su corta edad. Marceau señala que casi siempre se mata así a las mujeres, quemándolas vivas.

Ninguno de los interrogatorios a los distintos "ex" de Clara conduce al culpable, a pesar de que uno de ellos escribió una canción de rap tras su ruptura en la que amenaza a Clara con "quemarla". Jura que sería incapaz de llevar a cabo el acto. Los detectives de la PJ reciben una carta anónima con un mechero. La persona que lo envió resulta ser un desconocido que conocía a Clara, pero no hay pruebas de que cometiera el crimen.

Durante una reunión con Yohan, Stéphanie se enfada por sus repetidas preguntas sobre las relaciones masculinas de Clara. Siente que Clara ha pasado de ser una víctima a ser culpable, culpable de ser una chica "sin complicaciones", por no decir "fácil", que había jugado con fuego al tener múltiples aventuras. Cree que Clara fue asesinada por ser niña, que fue víctima de un feminicidio.

En el lugar de la muerte de Clara, familiares y personas anónimas han dejado diversos objetos para mostrar su emoción tras el asesinato. El padre de Clara encuentra una camiseta con una mancha de sangre, que le parece sospechosa, y envía el objeto a los detectives. La sangre resulta pertenecer a un hombre condenado por violencia doméstica, que también había tenido una aventura con Clara, pero al que los detectives no consiguen confundir. Sin embargo, un pinchazo en su teléfono muestra que es violento con su novia, que se niega a denunciarlo. Marceau, indignado, va a su casa y empieza a pegarle. Yohan llega para retenerle y, a raíz de este incidente, Marceau es trasladado.

Casi tres años después, una juez de instrucción (Anouk Grinberg) quiere reabrir la investigación. Yohan le confiesa que está desanimado: aunque ninguno de ellos ha sido condenado, cree que todos los hombres a los que ha interrogado eran capaces de cometer este delito y que, más en general, de lo que se trata es de "algo malo entre hombres y mujeres". Él y el juez deciden aprovechar el tercer aniversario de la muerte de Clara para montar una vigilancia en el lugar del crimen y esconder una cámara cerca de la tumba con la esperanza de que el culpable se delate. El equipo, que hasta entonces había sido exclusivamente masculino, incluye a una joven inspectora, Nadia.

La vigilancia es infructuosa, pero la cámara situada cerca de la tumba revela una extraña escena. Un hombre desconocido visita la tumba de Clara por la noche, va sin camiseta, se tumba en la tumba, luego se levanta y dice cosas misteriosas. Una mujer sorda que sabe leer los labios les dice que el desconocido está cantando una canción en inglés. Nadia consigue identificarlo como un desequilibrado con una coartada sólida, ya que estaba ingresado en un hospital psiquiátrico en el momento del crimen.

El asesinato de Clara sigue sin resolverse.