En la primavera de 1939, Sara Delano, la madre de Franklin D. Roosevelt, pide a su prima sexta Margaret "Daisy" Suckley que visite al Presidente enfermo en su finca de Hyde Park, Nueva York. Aunque Daisy y Roosevelt no se habían visto durante años, los parientes lejanos entablan una fuerte relación, y Roosevelt le pide a menudo a Daisy que visite Hyde Park cuando se queda con su madre. Daisy se convierte en una de las mujeres cercanas a Roosevelt, como Sara; Missy LeHand, la secretaria del presidente; y Eleanor, la esposa del presidente. A pesar de su poder, el presidente es a menudo incapaz de controlar a las demás mujeres; la tranquila y tímida Daisy es su confidente, y le dice que Top Cottage será su refugio compartido después de su presidencia.

En junio de 1939, el rey Jorge VI y su esposa, la reina Isabel, visitan Estados Unidos y se alojan con los Roosevelt en Hyde Park. Los británicos esperan que la visita mejore las posibilidades de apoyo estadounidense durante la futura guerra con Alemania. Jorge -que es Rey porque su hermano Eduardo VIII ha abdicado- está nervioso, por la importancia de la visita, porque tartamudea y por tener que comer por primera vez un perrito caliente en un picnic en su honor. Roosevelt tranquiliza a Jorge citando su propia incapacidad para caminar, y observa que los demás no ven sus impedimentos porque "no es lo que quieren ver". El presidente le dice al Rey que espera superar la reticencia de los estadounidenses a ayudar a Gran Bretaña.

La noche en que llegan el rey y la reina, Daisy descubre que LeHand tiene una aventura con Roosevelt. LeHand le dice a una sorprendida Daisy que sus respectivas relaciones con el presidente no son las únicas, mencionando a Dorothy Schiff y Lucy Mercer Rutherfurd, y que Daisy debe aceptar compartir a Roosevelt con otras mujeres. En el picnic del día siguiente, el rey se come con éxito un perrito caliente para una foto, y Daisy, en una voz en off, afirma que la visita ayudó a los dos países a formar una relación especial. Daisy rechaza las peticiones de Roosevelt para verla hasta que él la llama en persona. Se reconcilian y Daisy acepta su papel como una de las amantes del presidente. Con el paso de los años, Daisy ve cómo Roosevelt se vuelve frágil como líder en tiempos de guerra; sin embargo, todo el mundo, dice ella, "sigue [mirándole], sigue viendo lo que sea que quiera ver".