A altas horas de la noche, un grupo de desconocidos se encuentra en una pequeña tienda de barrio. Amir, detrás del mostrador, es el dueño de la tienda con su hermano. Sterling está acurrucado junto a una revista y tiene un aspecto muy sospechoso. Ana (Jessica Garza), muy embarazada y aún con su uniforme de camarera, está junto al congelador de helados con su novio Abraham (Elliot Knight), con traje y corbata de su actuación tocando el piano en un centro comercial. Un guardia de seguridad fuera de servicio deambula por el pasillo. Y por último, está el Sr. Laird en el mostrador. Escuchamos a todas estas personas conversando. Todos hablan de dinero. El Sr. Laird se burla del precio de lo que está comprando y trata a Amir irrespetuosamente antes de proclamar: "Me encantan los pequeños comercios". A continuación, compra un billete de lotería y enseguida gana 156 millones de dólares. Puede que Laird sea un imbécil engreído, pero también es estúpido porque monta una escena emocionada sobre la cantidad de dinero que acaba de ganar. Todo el mundo está visiblemente irritado. A todos les vendría bien ese dinero. ¿Por qué tenía que ser él?

Sterling es el único que actúa ante la irritación colectiva. Exige a Laird que le entregue el billete. El enfrentamiento se intensifica. Amir pierde el control de su tienda. Ana y Abraham se acurrucan junto al congelador de helados. El guardia de seguridad decide ser un héroe. Se producen disparos. No serán los últimos. A partir de ese momento, el destino de todos los que están en la tienda está sellado. Ya no son individuos; son un colectivo envuelto en una situación fuera de control. Nada se desarrolla según lo previsto. De repente, Sterling se convierte en un secuestrador, pero no es Sonny en Tarde de perros, gritando "¡Attica! Attica!" a una multitud entusiasta en el exterior. Carece de encanto. Tampoco contaba con que sus rehenes se levantaran para desafiarle, para convertirse básicamente en sus co-conspiradores.