En 1918, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, en un campo de batalla, el soldado alemán Thomas es dado por muerto tras una explosión de artillería, siendo arrojado a la fosa común; sin embargo, un soldado mayor lo ve aún respirando en la pila de cadáveres y lo saca de una trinchera inundada, donde en un estado de semiinconsciencia debido a la explosión, tuvo una extraña visión: la de una chica que lo llama a la vida. Seis meses después, convertido en un fotógrafo muy peculiar, al ofrecer a los familiares en duelo la posibilidad de tener un último recuerdo permanente de sus muertos, componiendo fotos familiares en las que vivos y muertos (maquillados y recompuestos) posan juntos, Tomás ve cómo su alucinación parece materializarse en la enigmática persona de Anna, una niña huérfana de unos diez años.

Tomás se separa temporalmente de la caravana itinerante de la que forma parte, para ir al pueblo húngaro de Anna, por invitación de algunos de sus habitantes. Resulta que en ese pueblo y en otros de su entorno, el suelo helado impide enterrar a las numerosas víctimas de una terrible pandemia. El fotógrafo se pone manos a la obra, acogido por el profesor local Marcsa, pero el ambiente es muy pesado y paranoico en unos tiempos tan terribles en los que, según los lugareños, "hay más muertos que vivos, y la tierra está invadida de fantasmas".

Tomás y Anna deciden continuar sus investigaciones en la frontera del más allá, pero los acontecimientos se agravan y los peligros son cada vez mayores... perros que ladran, gemidos apagados que no salen de ninguna parte, sombras malignas, paredes que rezuman, ataques invisibles, duplicidades, ataques discretos o a gran escala, estratagemas para atestiguar la presencia de los fantasmas (cuerdas, campanas, harina en el suelo, rastros de antorchas, placa fotográfica y fonógrafo, etc.).