Una vez instalado como rey, tras la muerte de su padre, Eduardo II convoca a su amigo y amante, Piers Gaveston, de vuelta a Inglaterra desde su exilio en el extranjero, y le colma de regalos, títulos y amor permanente. Su relación es ardiente y apasionada, pero es el centro de las habladurías y las burlas en todo el reino. A su regreso, Gaveston se venga del obispo de Winchester, responsable de su destierro de Inglaterra durante el reinado anterior, torturándolo personalmente. Kent, hermano de Eduardo, es el primero en protestar por el regreso de Gaveston. Muchos otros opinan lo mismo, entre ellos el obispo de Winchester y lord Mortimer, responsable de las fuerzas militares del reino. Sin embargo, Eduardo defiende a su amante de sus crecientes enemigos.

Buscando el placer, Eduardo se distrae bastante de los asuntos de Estado, para disgusto y enfado de la corte (hombres y mujeres sombríos con trajes de negocios). La reina Isabel, esposa francesa de Eduardo, intenta en vano todo lo posible para reconquistar a su amante, pero es rechazada sin piedad por su marido. Hambrienta de amor, Isabella recurre a Gaveston, que inflama el deseo de Isabella susurrándole obscenidades al oído y luego se burla de su capacidad de respuesta.

El apuesto, hedonista y oportunista Gaveston repele a todos, excepto al Rey. Sus enemigos unen sus fuerzas y amenazan a Eduardo con destronarlo y desterrarlo; Eduardo se ve obligado a cumplir sus deseos y despide a Gaveston. La separación de los amantes es amenizada por la interpretación de Annie Lennox de "Ev'ry Time We Say Goodbye" de Cole Porter.

La reina espera que una vez que Gaveston esté lejos pueda reconciliarse con su marido, pero éste la rechaza una vez más. En un último esfuerzo por recuperar el afecto de su marido, permite que Gaveston regrese. El rey y su amante reanudan su relación, pero sus enemigos están dispuestos a contraatacar.

Isabel y Mortimer, que se ha convertido en su amante, planean gobernar el reino a través del joven hijo de Eduardo e Isabel, el futuro Eduardo III. Cuando Kent intenta salvar a su hermano, es asesinado por Isabella. Los nobles no tardan en conspirar para deshacerse no sólo de Gaveston, sino también del rey. Mortimer, su líder, es un militar y sadomasoquista practicante que siente un sombrío placer al torturar personalmente a Gaveston y al amigo de los amantes, Spencer, al que se dirige como "chico de las chicas". Su tortura tiene lugar mientras se produce un enfrentamiento entre la policía y los miembros de la organización británica de derechos de los homosexuales Outrage.

Tras los asesinatos de Gaveston y Spencer, Edward, que ha sido arrojado a un calabozo, es ejecutado por empalamiento en un atizador al rojo vivo. Este horrible destino se presenta como una pesadilla de la que despierta el rey encarcelado. El verdugo, cuando llega, tira su arma letal y besa al hombre al que ha sido enviado a matar.

De vuelta al castillo, Mortimer e Isabella disfrutan de su triunfo sólo brevemente. El joven hijo del rey, Eduardo III, que todo el tiempo ha sido descuidado por ambos padres y que ha sido testigo de sus peleas, se ha puesto los pendientes y el lápiz de labios de su madre y, mientras escucha música clásica en su walkman, camina sobre la jaula que aprisiona a su madre y a Mortimer.