Durante una cena con su condescendiente suegro, el profesor sociópata Seeband (Sebastian Koch) -a quien nunca llega a descubrir que fue el responsable de la muerte de su tía Elisabeth (Saskia Rosendahl), muchos años antes-, Kurt (Tom Schilling) se entera de un artículo de periódico que contiene un titular con una foto del doctor nazi Burghart Kroll (Rainer Bock) -ex superior de Seeband-. Esto hace que algo se ponga en marcha en él, encontrando la inspiración para producir pinturas basadas en impresiones en blanco y negro copiadas de viejas fotografías, con un efecto borroso añadido manualmente, que da la impresión de algo desenfocado al ojo normal (un homenaje a lo que Elisabeth le dijo de niño, "nunca mires hacia otro lado", ya que entonces sería capaz de percibir la belleza oculta invisible para los demás).

Basándose en esta nueva técnica, hace una impresionante composición de la foto del Dr. Kroll, una foto de pasaporte de Seeband y de él mismo cuando era niño con Elisabeth. Un día, después de ignorarlo completamente en las escaleras del hospital donde Kurt trabajaba como limpiador de suelos, Seeband pasa por el estudio e intenta dar una excusa hipócrita sobre ello; entonces, se entera del cuadro, primero con asombro y, después, con horror, creyendo que Kurt lo ha descubierto, lo que le hace tartamudear y alejarse temeroso -su destino queda desconocido, ya que no se le ve durante el resto de la película-.

Ellie (Paula Beer) finalmente queda embarazada y, como celebración, Kurt la fotografía en el desnudo y reproduce un poderoso cuadro de ella.

Finalmente, con el apoyo de sus colegas y amigos Adrian (David Schütter) y Günther (Hanno Koffler), Kurt realiza una exitosa exposición de su obra, seguida de una conferencia de prensa en la que los críticos y reporteros hacen preguntas que los muestran como engañados por -e incluso algo sesgados hacia- la naturaleza de sus pinturas (se conoce extraoficialmente como "una obra sin autor", debido al anonimato de las imágenes de origen).

Al final de la película, Kurt pasa por una estación de autobuses y, como a Isabel le gustaba hacer, pide a todos los conductores presentes que toquen las bocinas al unísono, lo que le entusiasma.