En el siglo VI a.C. Roma es asediada por los etruscos y sus aliados, los griegos y los galos, estos últimos dirigidos por Drusco. Porsenna, rey de los etruscos, concedió a Roma una tregua a cambio de mil rehenes.

Mientras tanto, los galos capturan un batallón de valientes soldados romanos. Drusco, atraído por su líder Clelia, pide y obtiene que estas mujeres sean tomadas como rehenes. Pero Lucilla, la esposa de Porsenna, insta a los griegos a romper la tregua y destruir a Roma. Se apodera de los prisioneros de los galos y, tras expulsarlos en una expedición, incita a los etruscos a matar a los rehenes.

Clelia y sus compañeros consiguen escapar, lo que pone fin a la tregua y desencadena el ataque de los etruscos. A pesar de la astucia de Clelia y sus guerreros, que utilizan las alcantarillas subterráneas para sorprender al enemigo por la espalda, los etruscos salen victoriosos. Pero Drusco interviene a favor de la paz y pide a Clelia que se case con él.