Decenas de personas de Copiapó, Chile, trabajan en la mina San José. El propietario hace caso omiso de las advertencias sobre el deterioro de la estabilidad de la mina, que se derrumba poco después.

El único camino dentro de la mina está completamente bloqueado, y los treinta y tres mineros consiguen llegar a la cámara de rescate. Descubren que la radio es inútil, el botiquín está vacío, los pozos de ventilación carecen de las escaleras necesarias y hay muy poca comida almacenada. Mario Sepúlveda se convierte en el líder de los mineros, repartiendo las raciones de comida y frenando los estallidos de violencia y desesperación. La empresa minera no intenta ningún rescate, y los familiares de los mineros se reúnen alrededor de las puertas.

El gobierno de Chile decide intervenir activamente y ordena el uso de taladros para llegar a la cámara. Las primeras perforaciones exploratorias se desvían del objetivo, pero una posterior llega al destino deseado. Los mineros adjuntan una nota a la broca para anunciar su supervivencia. Reciben nueva comida y ropa, y comunicación por televisión con la superficie. Se prepara un segundo sistema de perforación, más grande, para recuperar a los mineros uno por uno.

Hay drama y tensión durante las semanas previas al exitoso rescate de los 33 mineros, más de dos meses después de que quedaran atrapados. La historia se deriva del derrumbe de la mina de agosto de 2010 y los posteriores rescates en Copiapó, Chile.