Final de Los niños del Brasil
(1978)
Final de Los niños del Brasil (1978)
"94 hombres deben morir para mantener vivo un sueño... que es una pesadilla."
Título original: The Boys from Brazil
Sinopsis
El Doctor Josef Mengele, conocido miembro del partido nazi alemán, se refugia en Brasil tras la caída del III Reich. Allí consigue la colaboración de un grupo de jóvenes militantes nazis para continuar sus aberrantes experimentos. El americano Barry Kohler se pone en contacto con Ezra Liebermann, un cazador de nazis, cuyas investigaciones lo llevarán a descubrir el escalofriante plan de Mengele.
Franklin J. Schaffner
Director
Jerry Goldsmith
Compositor
Henri Decaë
Fotógrafo
Martin Richards
Productor
Reparto principal

Gregory Peck

Laurence Olivier

James Mason

Lilli Palmer

Uta Hagen

Steve Guttenberg
Como acaba Los niños del Brasil
El joven y bienintencionado Barry Kohler se topa con una organización secreta de criminales de guerra del Tercer Reich y neonazis que celebran reuniones clandestinas en Asunción, Paraguay, y descubre que el Dr. Josef Mengele, el infame médico de Auschwitz, está con ellos. Llama a Ezra Lieberman, un viejo cazador de nazis que vive en Viena, Austria, con esta información. Lieberman, muy escéptico, trata de desechar las afirmaciones de Kohler, diciéndole que es bien sabido que Mengele vive en Paraguay.
Tras conocer cuándo y dónde está prevista la próxima reunión en la que participará Mengele, Kohler graba parte de la misma con un micrófono oculto, pero es descubierto y asesinado mientras realiza otra llamada telefónica a Lieberman. Antes de colgar el teléfono con Lieberman al otro lado, escucha la voz grabada de Mengele ordenando a un grupo de ex-nazis que maten a 94 hombres en nueve países diferentes de Norteamérica y Europa.
Lieberman sigue las pistas de Kohler y comienza a viajar para investigar las sospechosas muertes de varios funcionarios de edad avanzada. Conoce a varias de sus viudas y se asombra al descubrir que sus hijos adoptivos -todos con pelo negro y ojos azules- comparten un extraño parecido. También queda claro que, en el momento de su muerte, todas las víctimas tenían alrededor de 65 años y tenían actitudes frías, dominantes y abusivas hacia sus hijos adoptivos, mientras que sus esposas tenían alrededor de 42 años y adoraban a los hijos.
Lieberman obtiene información de Frieda Maloney, una ex guardia de un campo de concentración nazi encarcelada que trabajaba con la agencia de adopción, antes de darse cuenta, durante una reunión con el profesor Bruckner, un experto en clonación, de la terrible verdad que se esconde tras el plan nazi. En los años 60, Mengele había recluido a varias madres de alquiler en una clínica brasileña y les había implantado cigotos que llevaban una muestra del ADN de Adolf Hitler, conservado desde la Segunda Guerra Mundial. A continuación nacieron 94 clones de Hitler que fueron enviados a diferentes partes del mundo para su adopción. Con la esperanza de que uno o varios de los chicos se parezcan al Hitler original, Mengele ha intentado recrear la juventud de Hitler: ha dispuesto que todos ellos sean colocados con padres adoptivos similares a los del propio Hitler, y ha ordenado el asesinato de los padres cuando alcancen la misma edad a la que murió el propio Hitler.
A medida que Lieberman va descubriendo más detalles de la trama, los superiores de Mengele se van poniendo más nerviosos. Después de que Mengele se encuentre (y luego ataque) a uno de los agentes que creía que estaba en Europa implementando su plan, el principal contacto de Mengele, Eduard Seibert, le informa de que el plan ha sido abortado para evitar que Lieberman lo exponga a las autoridades. Mengele sale furioso, prometiendo que la operación continuará.
Seibert y sus hombres destruyen la finca de Mengele en la selva tras matar a sus guardias y sirvientes. Mengele, sin embargo, se ha marchado con la intención de continuar con su plan. Viaja al condado rural de Lancaster, Pennsylvania, donde uno de los clones de Hitler, Bobby Wheelock, vive en una granja con sus padres. Allí asesina al padre del chico, un criador de Doberman pinscher, y espera a Lieberman, que se dirige a la granja para advertir al Sr. Wheelock de la intención de Mengele de matarlo.
En el momento en que Lieberman llega y ve a Mengele, ataca al doctor con furia. Mengele se impone y dispara a Lieberman, hiriéndolo. Se burla de Lieberman explicándole su plan para devolver a Hitler al mundo y que inició la operación en Berghof en 1943. Entonces, con una embestida desesperada, Lieberman abre el armario donde están los dobermans y los suelta. Los perros acorralan a Mengele y le atacan. Bobby llega a casa después de la escuela, despide a los perros y trata de averiguar lo que ha sucedido.
El herido Mengele, que se ha encontrado por primera vez con uno de sus clones, saluda a Bobby con evidente afecto y le dice que Lieberman cometió los asesinatos. Bobby duda de su historia, sospechando de Mengele porque los perros están entrenados para atacar a cualquiera que amenace a su familia. Mengele revela entonces el origen del niño, pero Bobby no le cree. Lieberman le dice a Bobby que Mengele ha matado a su padre y le insta a avisar a la policía. Bobby revisa la casa y encuentra a su padre muerto en el sótano. Vuelve a subir las escaleras y pone a los perros en el punto de mira de Mengele una vez más, observando con frialdad cómo matan brutalmente al médico nazi. Bobby ayuda entonces a Lieberman, pero sólo después de que éste prometa no contar el incidente a la policía.
Más tarde, mientras se recupera de sus heridas en un hospital, Lieberman es alentado por David Bennett, un cazador de nazis estadounidense, para que exponga el plan de Mengele al mundo. Le pide a Lieberman que le entregue la lista (que Lieberman había tomado del cuerpo de Mengele mientras Bobby llamaba a una ambulancia) en la que se identifican los nombres y el paradero de los demás niños de todo el mundo, para poder matarlos sistemáticamente antes de que crezcan y se conviertan en sangrientos tiranos. Lieberman se opone alegando que los clones son niños inocentes, que aún pueden llegar a ser inofensivos, y quema la lista antes de que nadie pueda leerla.