Su-min es un huérfano que, al cumplir los 18 años, debe abandonar su orfanato. Al no poder pagar la universidad, se dirige a Seúl, donde realiza varios trabajos para pagarse las clases de informática. Uno de esos trabajos consiste en llevar a los borrachos a casa desde los bares.

Tras perder su trabajo en la fábrica, Su-min acaba aceptando un trabajo en un bar de alterne. Al principio, el jefe de este bar de alterne es reacio a aceptarlo, ya que sabe por experiencia que los alternos abiertamente homosexuales suelen abandonarlo cuando se involucran sentimentalmente con uno de sus clientes. Habiendo renunciado al amor, Su-min cree que esto no le ocurrirá, hasta que un día un hombre de su pasado entra en el bar de alterne. Ese hombre, Jae-min, es un antiguo cliente conductor, que se ha enamorado de Su-min. Su-min rechaza sus insinuaciones y le acepta como cliente sólo una vez, y le amenaza con matarle si le vuelve a contratar. Jae-min no se deja intimidar y, tras pasar varias semanas, Su-min cede.

Son muy felices en su relación hasta que la madre de Jae-min los descubre juntos. Le ordena a Jae-min que se case con la mujer con la que ha estado saliendo a medias. Su-min se enfada. Con otro hombre del bar de acogida, secuestran a Jae-min una noche y lo llevan a una tumba poco profunda en el bosque. Su-min observa pasivamente cómo su colega echa tierra sobre Jae-min, pero finalmente se mueve para detener el plan. Su colega, ya deprimido por una novia infiel, golpea a Su-min con la pala y los deja allí en la tumba.

Más tarde, Jae-min se despierta y lleva a Su-min al coche y se estrellan contra un árbol mientras regresan. Al amanecer, los dos empiezan a recuperar la conciencia al mismo tiempo que los policías aparecen en la escena, pero dentro, sin prestar atención a los policías, Su-min y Jae-min se reconcilian en silencio.