Cathleen crece en el seno de una familia inestable en el Tennessee rural de los años 50. Tras asistir a un colegio católico femenino y ver cómo se desmorona la vida de su madre, Nora, se vuelve cada vez más religiosa y decide ingresar en un convento a los diecisiete años. En el convento de las Hermanas de la Amada Rosa está bajo el control de la madre superiora, que es fría y tradicional. Impone estrictos castigos a las jóvenes postulantes que pasan sus primeros meses en el convento; en cambio, la monja que supervisa la educación directa de las postulantes, la hermana Mary Grace, es cálida y progresista, y les permite la frivolidad. Sin embargo, Cathleen elige pasar el tiempo libre estudiando la Biblia en lugar de pasar tiempo con las otras chicas.

Cuando la Iglesia Católica está en transición hacia el Concilio Vaticano II en este período, la Madre Superiora ignora las cartas del Arzobispo solicitando la implementación de las prácticas más liberales; la Hermana Mary Grace encuentra el aviso y desafía a la Madre Superiora, pero es ignorada y deja el convento. Cathleen termina su estancia como postulante y se convierte en novicia, emitiendo sus votos simples. Sin embargo, pronto empieza a sentir deseo sexual, se recluye más y deja de comer como autocastigo. Nora visita a Cathleen para comunicarle la muerte de su padre y nota que parece enferma; Nora amenaza a la Madre Superiora, que le dice que Cathleen es devota de Dios y ya no es su hija. Cathleen pronto se derrumba por su desnutrición y acaba en la enfermería, encontrando allí una confidente en la hermana Emanuel; las dos jóvenes monjas se acercan hasta tener relaciones sexuales, y la salud de Cathleen mejora.

El arzobispo ha sido informado de que la madre superiora sigue con las prácticas tradicionales, y acude al convento para obligarla a aplicar el Vaticano II. La madre superiora se cuestiona su relación con Dios y se vuelve más pasiva con las novicias. En un capítulo de faltas, Cathleen confiesa sus deseos y su actividad sexual, pero no nombra a la hermana Emanuel, que sigue ignorándola. La madre superiora acepta finalmente el Concilio Vaticano II, que equipara el estatus de las monjas al de cualquier católico. Cuando Cathleen es llamada a tomar sus votos y convertirse en monja, duda.