Después de que un hombre muera, su familia, su esposa Patricia (Carmen Beato), sus hijos Julián (Alan Chávez) y Alfredo (Francisco Barreiro), y su hija Sabina (Paulina Gaitán) deben recoger los pedazos. Lo que hace especial a la familia, sin embargo, es que son caníbales que deben encontrar sus comidas para completar un "ritual". Además, dos detectives, Tito (Daniel Giménez Cacho) y Owen (Jorge Zárate) los buscan después de que la autopsia de su padre encontrara restos humanos en su estómago.

Estos eventos llegan a su punto culminante una noche en que Alfredo intenta ser el líder de la familia y traer a casa a la presa, un adolescente gay. Sin embargo, el chico se escapa y alerta a la policía. Alfredo y Julián van a buscarlo mientras Sabina y Patricia preparan a otro hombre para su ritual. Tito acorrala a los chicos pero es confundido con uno de los caníbales y es asesinado por un policía. Owen encuentra el apartamento pero es asesinado por Patricia y Sabina. Los cuatro intentan comenzar su ritual pero son interrumpidos por la policía. Julián dispara a dos policías y la familia queda atrapada en el segundo piso. Patricia dice que uno de ellos debe permanecer vivo para el ritual y cuando Alfredo se niega a salir, Patricia abandona a sus hijos y escapa por los tejados.

Al no ver ninguna salida, Alfredo comienza a morder a su hermana como si fuera a comérsela. Julián le dispara en la cabeza, y luego es asesinado por la policía a su vez. Sabina es considerada una sobreviviente y es llevada al hospital (al morderla, Alfredo la hizo parecer una víctima, no una cómplice).

Patricia se esconde en un patio de recreo sólo para ser encontrada y golpeada hasta la muerte por las prostitutas amigas de la chica que asesinó anteriormente en la película.

Al día siguiente, Sabina escapa del hospital, y mira a un hombre en el mercado con una sonrisa ominosa. Parece que continuará con el ritual familiar de matar y consumir carne humana.