El viudo Daniel Blake, carpintero de 59 años de Newcastle, ha sufrido un infarto. Aunque su cardiólogo no le permite volver a trabajar, Daniel es considerado apto para hacerlo tras una evaluación de la capacidad laboral y se le deniega la prestación de empleo y manutención. Se siente frustrado al saber que su médico no se puso en contacto con él para comunicarle la decisión, y solicita una apelación, un proceso que le resulta difícil porque debe rellenar los formularios en línea y no tiene conocimientos de informática.

Daniel se hace amigo de Katie, una madre soltera, después de que la sancionen por llegar tarde a una cita en el Centro de Empleo. Katie y sus hijos acaban de trasladarse a Newcastle desde un albergue para indigentes de Londres, ya que no hay alojamiento asequible en esta ciudad. Daniel ayuda a la familia reparando objetos, enseñándoles a calentar las habitaciones sin electricidad y fabricando juguetes de madera para los niños.

Durante una visita a un banco de alimentos, Katie se ve superada por el hambre y se derrumba. Tras ser sorprendida robando en un supermercado, un guardia de seguridad le ofrece trabajo como prostituta. Daniel la sorprende en el burdel, donde le ruega que deje el trabajo, pero ella insiste entre lágrimas en que no tiene otra forma de alimentar a sus hijos.

Como condición para recibir el subsidio de desempleo, Daniel debe seguir buscando trabajo. Rechaza un trabajo en un centro de jardinería porque su médico no le permite trabajar todavía. Cuando el preparador laboral de Daniel le dice que debe esforzarse más para encontrar un trabajo o ser sancionado, Daniel pinta con spray "Yo, Daniel Blake, exijo mi fecha de apelación antes de morir de hambre" en el edificio. Se gana el apoyo de los transeúntes, incluidos otros solicitantes de prestaciones, pero es detenido y amonestado por la policía. Daniel vende la mayoría de sus pertenencias y se aísla. La hija de Katie, Daisy, le saca de su depresión y le lleva una comida casera para agradecerle su amabilidad.

El día de la apelación de Daniel, Katie le acompaña al tribunal. Un asesor social le dice a Daniel que su caso parece sólido. Al ver al juez y al médico que decidirán su caso, Daniel se pone nervioso y va al baño, donde sufre un ataque al corazón y muere a los 60 años. En su funeral de salud pública, Katie lee el panegírico, incluyendo el discurso que Daniel tenía previsto leer en su apelación. El discurso describe sus sentimientos sobre cómo le falló el sistema de bienestar: "No soy un punto en la pantalla de un ordenador ni un número de la seguridad social, soy un hombre".